El PAIS SIN PUNTA.Gianni Rodari
Cuentos para contar en nuestro Huerto.
Juanito Pierdedía era un gran viajero. Viaja que te viaja, llegó una vez a un pueblo en que las esquinas de las casas eran redondas y los techos no terminaban en punta, sino en una suave curva. A lo largo de la calle corría un seto de rosas, y a Juanito se le ocurrió poner-se una en el ojal. Mientras cortaba la rosa estaba muy atento para no pincharse con las espinas, pero en se-guida se dio cuenta de que las espinas no pinchaban; no tenían punta y parecían de goma, y hacían cosqui-llas en la mano.
-Vaya, vaya -dijo Juanito en voz alta.
De detrás del seto apareció sonriente un guardia mu-nicipal.
-¿No sabe que está prohibido cortar rosas?
- Lo siento, no había pensado en ello.
- Entonces pagará sólo media multa - dijo el guardia, que con aquella sonrisa bien habría podido ser el hombrecillo de mantequilla que condujo a Pinocho al País de los Tontos.
Juanito observó que el guardia escribía la multa con un lápiz sin punta, y le dijo sin querer:
- Disculpe, ¿me deja ver su espada?
-¡Cómo no! -dijo el guardia.
Y, naturalmente, tampoco la espada tenía punta.
-¿Pero qué clase de país es éste? - preguntó Juanito.
- Es el País sin punta - respondió el guardia, con tanta amabilidad que sus palabras deberían escribirse todas en letra mayúscula.
- ¿Y cómo hacen los clavos?
- Los suprimimos hace tiempo; sólo utilizamos go-ma de pegar. Y ahora, por favor, déme dos bofetadas. Juanito abrió la boca asombrado, como si hubiera tenido que tragarse un pastel entero.
- Por favor, no quiero terminar en la cárcel por ul-traje a la autoridad. Si acaso, las dos bofetadas tendría que recibirlas yo, no darlas.
- Pero aquí se hace de esta manera - le explicó ama-blemente el guardia-. Por una multa entera, cuatro bo-fetadas, por media multa, sólo dos.
-¿Al guardia?
- Al guardia. - Pero esto no es justo; es terrible.
- Claro que no es justo, claro que es terrible - dijo el guardia -. Es algo tan odioso que la gente, para no verse obligada a abofetear a unos pobrecillos inocen-tes, se mira muy mucho antes de hacer algo contra la ley. Vamos, déme las dos bofetadas, y otra vez vaya con más cuidado.
- Pero yo no le quiero dar ni siquiera un soplido en la mejilla; en lugar de las bofetadas le haré una caricia. - Siendo así - concluyó el guardia-, tendré que acompañarle hasta la frontera.
Y Juanito, humilladísimo fue obligado a abandonar el País sin punta. Pero todavía hoy sueña con poder re-gresar allí algún día, para vivir del modo más cortés, en una bonita casa con un techo sin punta.
Fuente: RODARI, Gianni. Cuentos por teléfono.
Ediciones Voz de los sin Voz
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